We need to talk about post-weaning depression.
#PostweaningDepressionisreal.
Ayer me preguntaron que cómo me iba con tres hijos y respondí “al borde del divorcio, cómo es normal luego de cada hijo” y para pronto me llovieron las críticas, ante lo cual respondí, “muchas se quieren divorciar luego de tener un hijo, nada más que muy pocas nos atrevemos a decirlo.”
Dicho esto continuó mi proceso en caída libre, llorando por dentro y más tarde, y hoy, por fuera. Durante toda la mañana me sentí miserable y sin esperanza, como vela quemándose por ambos lados, incapaz de responder mensajes y sacar adelante mis compromisos. Culpable por gritarle a mis hijos; culpable por no avanzar en mi trabajo; dándome con el látigo porque, el miedo a ser etiquetada como “vieja pedera”, todavía me domina a la hora de ser asertiva. Sintiendo que quedo mal en todo y con todos. Pero sobre todo exhausta. Irreparablemente agotada.
Incapaz de traspasar la barrera imposible que significa el pedir ayuda. Pensé que probablemente era menopausia temprana, o la vida. Luego me fui a comprar pollo loco y puse la playlist que creé especialmente para días como hoy. Y recordé. ¡Cual Anton en Ratatouille, recordé! Hace dos años me sentí exactamente igual. Hace dos años dejé de amamantar a Ian y me sentí miserable durante semanas, entonces lo achaqué a la profunda introspección que había llevado a cabo durante mi certificación como facilitadora de T-groups, y me hice garras yo solita, llorando por los rincones de avenaavena, cual muñeca fea, creyendo que era el fin del mundo y de mi matrimonio. Sé que todavía falta tocar fondo para salir de dónde hoy estoy, pero me da esperanza el saber que antes ya he estado aquí y que he logrado salir avante.
Post-weaning depression, dysphoric milk ejection reflex, son algunas de las situaciones que viví con cada uno de mis hijos y de las que no supe nada sino hasta que desteté al tercero. Necesitamos hablar más de lo que nos pasa a las mujeres al tener y cuidar de nuestros hijos. Necesitamos crear los espacios para que nuestras mujeres puedan compartir con franqueza y sin culpa acerca de cómo se sienten, y dejen de vivir solas el dolor, la tristeza, la confusión y la ansiedad que abundan al no saber qué es lo que les está pasando.
Mayo es el mes de la #saludmental y tal vez hayas visto ya los mensajes de “pide ayuda”, pero pedir ayuda cuando te sientes extremadamente vulnerable no sólo se ve imposible, sino que así se siente, en lugar de decir eso, normalicemos crear espacios dónde podamos hablar acerca de lo que estamos enfrentando, de cómo nos sentimos y de lo que está pasando en nuestra mente. Normalicemos preguntar “¿Cómo te encuentras hoy?” Y estemos listos a escuchar con el corazón abierto.
